Fue durante algún tiempo opinión corriente y admitida que la reforma eclesiástica -la que después se llamó Reforma católica, para contraponerla a la Reforma protestante- se puso en marcha solamente con el concilio de Trento, como reacción y defensa contra la revolución luterana. Un estudio más profundo y concienzudo del siglo XV ha venido a demostrar que aquel movimiento católico de reforma tiene raíces mucho más hondas y se extiende a lo largo de la centuria precedente. Todo el siglo XV debería llamarse con entero merecimiento "la época de las reformas " , en plural, pues que son incontables las tentativas reformatorias, algunas con éxito, que se acometen en el curso de aquella centuria, por más que nunca se logre por entonces -una completa y satisfactoria reforma eclesiástica. Por lo que toca al campo de la espiritualidad, adviértese a lo largo del siglo XIV una como fatiga de los espíritus. Los nominalistas han desprestigiado con sus excesos el papel de la razón iluminada por la fe y los teólogos de esa escuela han convertido sus discusiones en un ejercicio puramente verbal, contribuyendo así, quizá inconscientemente, a arruinar los esfuerzos de la mística especulativa. Percíbese el cansancio producido por teorías que pueden, ciertamente, agradar al espíritu, pero de cuya eficacia práctica cabe dudar mucho. Es más, algunas de entre ellas hasta conducen al error. No es de maravillar, pues, que no tarde en vislumbrarse una reacción contra la espiritualidad especulativa y se preconice el retorno a la puramente afectiva, empírica, sin arte ni sistema, que se propone dar al alma consejos apropiados a Sus necesidades más bien que escrutar los misterios de la unión mística. " ¿Qué aprovecha ?se preguntará el autor de la imitación la curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues que del no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es que dejadas las cosas útiles y necesarias, entendamos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente teniendo ojos no vemos... Toda nuestra especulación no carece de alguna oscuridad. El humilde conocimiento de ti mismo es más cierto camino para Dios, que escudriñar la profundidad de la ciencia. No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que en sí considerado es bueno y ordenado de Dios, mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa... Si tanta diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo ni habría tanta disolución en los monasterios. Ciertamente en el día del juicio no nos preguntarán qué leímos sino qué hicimos, ni cuán bien hablamos, sino cuán honestamente hubiéremos vivido. Ese desencanto a propósito de la ciencia y de la filosofía, que ya experimentara en otro tiempo San Bernardo, se ha adueñado a fines del siglo XIV de buena parte de los espíritus, que prefieren abandonar las teorías para esforzarse por vivir en el fervor. Es una manera de contestar al unánime clamor en pro de una reforma de la Iglesia. Se reformará uno a sí mismo y tratará después de reformar a los demás. Buscase inspiración en la humilde meditación de la vida de Cristo, atiéndese a las manifestaciones psicológicas de la contemplación, pónense de relieve los valores morales ascéticos, traducción concreta del amor de Dios en la vida cotidiana y se exponen a la consideración de las almas piadosas máximas espirituales sencillas y prácticas, sin el menor asomo de pretensión científica.
Autor: Tomas de Kempis
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Paginas: 80
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ISBN: 9789700745138
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Editorial: Editorial Porrúa
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Encuadernación: Rústica
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Dimensiones: 8 ½ x 5 ½ x ½ in